Friday, September 12, 2008

Hoy baila el bien sobre el mal…

La noche cobija mi caminar por las calles del centro histórico, después del asalto del viernes me doy cuenta que ese cabrón me robo algo más que mi ipod, celular y cartera; ese hijo de puta se llevo mi tranquilidad en un vasito desechable y se la bebió de un trago; ahora la paranoia camina a mi lado, me acompaña por las arterias de esta fría ciudad; por fin llego a mi destino el teatro de la ciudad me recibe esplendoroso con sus luces que producen una estela dorada a su alrededor, me apresuro a sacar mi boleto, una butaca me espera en la cuarta fila de este hermoso recinto, me acomodo en el espacio del que me hace acreedora dicho ticket mientras la expectativa germina rápidamente en mi estomago como semilla radiactiva; se escucha una voz fantasma mal ecualizada que anuncia la segunda llamada, los ancianos que están a mi lado dibujan sonrisas violetas en sus labios y sus miradas danzan enamoradas entre las butacas; un ruido los interrumpe, es la Tercera llamada; el terciopelo rojo adquiere vida y se eleva por el aire, hasta perderse a los pies del techo, al fondo solo una pared color sangre brilla atrayendo las miradas de todos los presentes; y de repente surgen seis sombras que entran discretas colocándose en línea a lo largo del escenario; un arpa irrumpe en el silencio con un din, don, dan; presurosas las jaranas veracruzanas responden con un sonido chillón y comienza el baile de notas en una perfecta sincronía sideral, las luces se encienden y de esas sombras mutan a seres humanos, sus atuendos no tienen presunciones son honestos, igual que sus rostros; sorprendida veo a aquellos seres que con sus manos y voces organizan los sonidos y silencios creando cadenciosos ritmos; termina la primera intervención y todos aplaudimos fervorosos; la euforia invade el lugar, mis manos palpitan como si la emoción deseara salir a través de ellas; la música continua su danza en el escenario; mientras todos miramos embobados a aquellos seres mágicos que la producen; las guitarras siguen cantando mientras un hombre negro toca un instrumento que suena a marimba y tiene forma de tambor; su sonrisa es hermosa, lo contemplo por unos minutos no sé cuantos; mientras mis piernas disfrutan y se mueven al ritmo de la música, soy la única que expresa abiertamente el placer de escucharlos, el resto del publico ni se inmuta, solo escucha atentamente supongo que no desean perder la pose de intelectuales; esta situación me beneficia pues desde el escenario ellos notan mi frenesí; volteo a ver al mas humilde del grupo, quien por cierto por dicha cualidad es quien mas llama la atención; me sonríe y contesto el gesto de la misma forma, charlamos con sonrisas tímidas; la mía más brillante que nunca gracias a la ortodoncia que llevo desde hace unos meses; tristemente se acerca el final lo presiento y seguimos aplaudiendo como focas amaestradas; no poseo un celular con camarita para capturar este momento, a decir verdad ya ni celular tengo; todo termina, la magia se esfuma; salimos del teatro rapidamente casi son las 12 de la noche, todos traen nave; y yo me apresuro para llegar a la estación del metro, me asalta la idea de ir a un bar cercano, pienso ¡cerraré mi noche con una chela! Mientras una voz interna símil a pepe grillo me recuerda que mañana hay chamba; decido ir a dormir; la estación del metro esta cerrada lo que me obliga a abordar un taxi, por el retrovisor la veo, corre presurosa tras del auto que me lleva a mi destino, ¡nos alcanza! la paranoia se sienta a mi lado y seguimos nuestro camino A CASA.

El grupo se llama Mono blanco, tocan Son jarocho y son maravillosos he aquí una muestra de su música....